NYCTI Escapando a la selva de cemento, en un campus ligeramente alejado de los espacios urbanos y pocos troncos de madera disponibles, hemos encontrado a Nyctibius griseus, un ave cuyo nombre proviene del latín nukti: nocturno, bios: vida y griseus: gris. Pues bien, nuestro Nycti tiene una historia bastante peculiar.
En principio parece un ave común. Es más, no parece un ave. Tiene la increíble habilidad de ocultarse a plena luz del día, con su plumaje de color gris, café y negro que le permite hacer camuflaje en casi todos los troncos, tocones y árboles que encuentre. Además, es increíblemente bueno jugando stop, pues puede pasar horas completas al Sol sin realizar ningún movimiento más que respirar. Por lo general, su cabeza erguida con su pico dirigido al cielo, ojos cerrados y la cola en línea con el tronco en el que se posa, lo hacen prácticamente imperceptible. Pero ¿puede un ave ser tan aburrida como para pararse todo un día sobre un tronco sin hacer más? En realidad, es en la noche donde ocurre la magia.
Como si hubiese salido de From dusk till dawn¸ Nycti tiene una vida que fascinaría al mismísimo Tarantino. De hecho, nuestros abuelos le dicen el pájaro bruja, o el ave fantasma, pues creen que su canto invoca la muerte y advierte sobre hechizos de magia negra que se avecinan en tu familia. Pues no, no se trata de un bicho mitológico o una bestia del mal, lo que si es cierto es que su canto puede ser espeluznante -sobre todo si lo escuchas en la oscuridad de la noche-. Aquellos que lo han visto cantar lo describen como una sirena en la mitad del bosque que abre una puerta a otra dimensión, con diferentes tonos que parecen risas emitidas desde un aquelarre en luna sangrienta. Si quieres escucharlo por ti mismo, sigue este enlace (https://ebird.org/species/compot1?siteLanguage=es). Así, aquello que consideramos un canto creepy, realmente es un canto para llamar la atención de las hembras (las cuales se parecen mucho físicamente a los machos) y reproducirse, además de marcar su territorio de otros Nyctis de la zona.
Pero el canto no es lo único particular de este pequeño amiguito colino. Pocas veces hemos tenido la oportunidad de ver sus grandes ojos amarillos, los cuales abre al caer el día, para empezar con su jornada: una cacería que inicia desde una percha, extendiendo sus alas en búsqueda de escarabajos, polillas, grillos o cualquier insecto que encuentre a su alrededor. Pues bien, siendo un insectívoro nocturno, es especialista en observar los pequeños movimientos que ocurren en el suelo y arbustos, para luego acechar a sus presas con maniobras de vuelo imperceptibles, silenciosas como los búhos, detalladas y precisas como los colibríes.
Son unos dignos descendientes de los dinosaurios, pues generan respeto por muchos y miedo hacia otros, tal como lo hacen todas las especies de su familia, en la cual se incluyen los podargos y los famosos chotacabras, del cual se cuentan historias tan temibles como del Nycti, pero igualmente falsas. Como todos los insectívoros, estas aves tienen un rol supremamente importante por cumplir en el ecosistema, pues se encargan de controlar aquellos bichitos que se pueden convertir plagas, enfermar plantas o incluso, invadir nuestros salones de clase. Mantener a este visitante a gusto en La Colina hace que nuestros días sean más divertidos, pero también ayudan a que estén mejor equilibrados. Por ello nos alegramos tanto cuando vemos que no solo hay uno, sino al menos dos de estos pájaros que tan ameno han hecho nuestros almuerzos. ¿Cómo los protegemos? Manteniendo un hábitat limpio y tranquilo a su alrededor, respetando sus horas de sueño (a nadie le gusta que lo molesten después de una ajetreada jornada de caza) y conservando las plantas del lugar, quienes son el inicio del balance natural.